![]() .Pasa el tiempo, pasa la historia, y si de algo sirve mirar atrás es para preguntarse cómo es posible que antes las cosas fuesen de determinada manera. Después de los años de estudiante ingenuo en la facultad de arquitectura, y de que los maestros académicos nos hablasen de las trayectorias recorridas por los grandes arquitectos, puedo decir que la gran mayoría de nosotros llegábamos a la conclusión equivocada. Quiero ser especialmente cauteloso con lo que voy a afirmar; La muy extendida idea del arquitecto encumbrado en el ego como artista creador, es una patraña descomunal, tan falsa como un billete de tres euros. Y tan engañoso y dañino estereotipo se va cayendo a pedazo cada día que pasa y que nos adentramos en la complejidad del siglo XXI. Voy a la exposición de la BIENAL de arquitectura XIII BEAU, en Madrid, y vuelvo a encontrarme con el mismo discurso. Por supuesto me rio a carcajadas (por no llorar). Ya era cómico oírlo a los 20 años, por lo que ahora tener que tragar con ello a los cuarenta, me resulta nauseabundo. En lo personal, si en el pasado llegue a dar crédito y alimentar esta percepción confusa, no lo haré más. Aclaro que en absoluto me pronuncio respecto a los trabajos profesionales expuestos, que merecen mi mayor respeto. Hablo de ese persistente impulso por transmitir y hacer creer al resto que el arquitecto ha actuado obedeciendo su “voluntad”. Nuevamente ese disfraz de ese arquitecto cabalgando en el ego, por un campo narcisista, diciendo “yo he hecho esto” “yo hice lo otro” como si en el proceso solo hubiese participado él y el capricho de sus ocurrencias tras haber decidido dar rienda suelta a su antojadizo criterio subjetivo. Y como si el dinero necesario para materializar esta operación individual hubiese salido de un cajero automático de marte. Todo para decir que los demás tenemos que escucharle a él, cuando es justamente al contrario, siendo él quien está para escuchar a los demás. Y la verdad es que, salvo en casos excepcionales, el dinero “llega” para poner en marcha un proyecto, solo después de haber hecho infinitos esfuerzos por complacer transversalmente a quien posee y pone ese dinero a disposición. ¿Qué pasaría si los arquitectos escucháramos más? ¿Qué pasaría si saliéramos a la calle a oír a aquellas personas a quienes servimos?, tal vez recordaríamos lo que se ha olvidado, eso de que somos profesionales que prestamos un “servicio”, y no es el cliente el que nos hace un servicio pagando nuestros “inventos”. ¿Qué tal si en lugar de pretender ordenar a otros, nos ponemos a las órdenes, y así escucháramos con mayor atención y registrásemos eso que vamos conociendo? En lugar de vocación de mandar, dejamos salir esa vocación de servir (vocación de servicio) que ancestralmente ha existido como mecanismo virtuoso de transferencia e interpretación (y que sin la cual nos volvemos inútiles a la sociedad). Mientras tanto otros colectivos competidores con menos sed de elogios o altares, gradualmente han ido ganado terreno, (en el campo comercial del cruel mercado), así como en reputación y en respeto. Terreno que a su vez, el gremio de arquitectos cedía por ir borrachos de vanidad. Decidme; ¿Acaso solo yo se da cuenta de esto?...Allá cada cual, pero yo digo basta. Y pregunto; ¿A dónde va un profesional del sector servicios (que vende intangibles) que no sabe escuchar? Y ya he escrito antes acerca de la humildad. Hoy creo sinceramente que un arquitecto que saber escuchar, es un arquitecto no solo de perfil renovado, sino reconciliado con las buenas practicas que exige este mundo contemporáneo. Quiero reivindicar habilidades tan sustanciales como esta. Escuchar no es tan malo. Tal vez, y mira por donde, iniciaríamos una (auténtica y práctica) investigación, que con paciencia nos conduciría a un descubrimiento (invento), y este a su vez (con suerte), a una real innovación. ¿No es este acaso el camino de la creación de valor? Algunos conceptos se van desdibujando de tanto hablar de ellos y de tanto darles uso o mal uso. He leído hace unos días un párrafo que me ha dejado reflexionando durante las avanzadas horas nocturnas, y eso sucede cuando soy remecido por una idea o un pensamiento desconcertante, y dice: “si el liderazgo es algo, el liderazgo es vocación de servicio”. No es mandar, imponer, como se cree. No solo ocurre en el ámbito de la arquitectura, también en otros sectores en crisis, como el político sin ir más lejos. Tenemos una idea equivocada de la idea de liderazgo. Se confunde liderazgo con popularidad, prestigio o glamur. Nada que ver con eso. Se trata de poner la necesidad del otro por delante de la de uno. Es hacer que la necesidad del otro se convierta en la de uno: es un acto de consagración. Alguien lo llamaría “orientación al cliente”. La función del líder es estar a disposición de su gente porque es la gente la que hace que ocurran cosas. Por ello “servir es el arte supremo, …y Dios es el primero en servir”. |
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Mayo 2018
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